El otro dia me topé con un viejo amigo y compañero de trabajo al que no veia desde hace años. Me enteré que está muy enfermo así que me alegré de abrazarlo nuevamente y de darle muchísimos ánimos para afrontar la enfermedad, esa maldita enfermedad. Él no me reconoció hasta que no me tuvo enfrente:
-"¿eres tú? (...), ¡cuánto tiempo sin verte! (...), estás muy cambiada... más LLENITA (...)
¡Cómo odio qué me digan eso!, yo ya sé cómo estoy no hace falta que nadie me lo recuerde y además con todo el esfuerzo que estoy haciendo me repatea los intestinos. No le contesté mal porque está enfermo que si no... ¡claro si no me ves desde hace tropecientos años cuando pesaba 50 kilos...!
Algo que tengo superclaro es que cuando vea a una persona, sea hombre o mujer, que ha cogido peso NUNCA pero NUNCA se lo diré a no ser que me lo pregunte y ya me cuidaré muy mucho de hacerlo con exquisita delicadeza. A mi madre siempre le echo unas broncas porque tiene la puñetera mania de zamparlo y sin anestesia:
-"mamá no puedes decir eso porque haces daño y menos a una chica..."
A lo que ella me responde:
-"¡pero si es la verdad!"
Y ya la dejo por imposible porque aunque me enfade con ella vuelve a hacerlo. ¡No tiene remedio!.
Estos dias no hago más que pensar: ¿y si no consigo bajar más peso y me tengo que quedar con mi talla 44?, no seria el fin del Mundo ¿verdad?. Tendria que asumir que así me quedo y no por ello renunciar a vestir mi ropa favorita y a mi estilo . No quiero decir que tiro la toalla, solo que si no lo consigo a pesar de mis esfuerzos pues no pasa nada.
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